Cuando a João Barone le
preguntan por sus recuerdos en torno al 4 de febrero de 2001, el
baterista lanza una explicación a medio camino entre la disculpa y la
incomodidad: “Fue algo tan traumático que mi memoria borró gran parte de
las cosas que pasaron ese día. Hoy no lo recuerdo con claridad”. Ese
día, el cantante Herbert Vianna (51), su amigo y con quien integraba Os
Paralamas do Sucesso, una de las bandas más populares del rock brasileño
en los 80 y 90, pilotaba un avión ultraliviano que cayó al mar en las
cercanías de Río de Janeiro. En el accidente murió su esposa, la
periodista inglesa Lucy Needham, mientras que el vocalista sufrió un
traumatismo craneano que le ocasionó problemas locomotrices,
neurológicos y respiratorios, que llevó a los médicos a entregarle un
10% de posibilidades de supervivencia y que le hizo contar 44 días en
coma.
Por eso, la distancia de Barone con esa jornada no sólo retrata uno
de los episodios más fatídicos del rock sudamericano, también ilustra la
compleja ruta impulsada por un grupo que sorteó la tragedia para volver
a los escenarios y a los estudios, con su líder paralizado de la
cintura para abajo, pero aún con habilidad para cantar y tocar guitarra.
Sin ir más lejos, el trío que gozó de alta rotación radial con hits
como Dos margaritas y Coche viejo -y que trabó amistad con
chilenos como el ex Upa! Pablo Ugarte- fue invitado a contar su
historia para el cierre de la Teletón, mañana en el Estadio Nacional,
además de sumar una fecha gratis un día después en el Parque de las
Esculturas de Providencia.
“Pero Paralamas nunca más volvieron a ser los mismos”, zanja Jamari Franca, biógrafo del conjunto y autor del libro Os Paralamas do Sucesso: Vamo Batê Lata
(2003). Barone, al teléfono desde Río, profundiza: “Todo lo que pasó
fue milagroso. Nadie le daba esperanzas de vida, pero nosotros teníamos
una fe casi ciega en que se iba a recuperar. Y así fue, lo hizo con una
fuerza sobrehumana. El no es el mismo, cambió tras el accidente, pero es
lógico que eso suceda tras una daño cerebral y una inmovilización
parcial. Lo importante es que pudo volver a la música”.
El calificativo de milagroso no es antojadizo. Franca detalla que,
luego que Vianna despertó del coma, su memoria borró los recuerdos de
los cinco años previos al accidente. Por ejemplo, sabía que tenía dos
hijos -Luca y Hope, en ese entonces de nueve y cinco años-, pero no era
capaz de reconocer a Phoebe, la hija que había nacido un año antes. Como
durante un largo período se había acostumbrado a hablar en inglés con
su esposa, despertó conversando en esa lengua y no se acordaba del
portugués.
“El hoy tiene un daño permanente en su cerebro y no ha vuelto a ser
todo lo creativo que era. He hablado muchas veces con él y tiene
problemas para expresarse de la misma manera como lo hacía antes. Fuimos
muy amigos antes del accidente, pero después costó retomar los lazos,
tenía dificultad para recordar a sus cercanos”, cuenta el periodista.
Pese a las fracturas en su memoria, el cantante no sufrió daños en la
sangre y el corazón, lo que le permitió aferrarse a ciertos puntos
vitales que permanecieron sin alteraciones graves. Gracias a ese
impulso, se atrevió a volver a los escenarios en 2003 con su agrupación,
y desde entonces han lanzado tres álbumes, aunque la épica ha estado
cruzada por la culpa de perder a su pareja, con quien ha intentado
“comunicarse” a través del espiritismo.
El baterista sigue: “Nos cambió todo como banda. Ahora, cuando hay
que componer canciones, nosotros dos (junto al bajista Bi Ribeiro) hemos
adoptado un papel más activo, con mucha más interacción. En los viajes y
los conciertos contamos con todos los accesos necesarios para su
movilidad. El también tiene la necesidad de una habitación compartida,
con alguien que lo ayuda en las cosas domésticas. Ha sido complejo, pero
todo nos ha resultado fluido”.
Como muestra, el brasileño ofrece una frase del propio Vianna: “El
dice ‘si fuera por mí, yo tocaría todos los días’”. Y el asunto no está
lejos de la realidad: Paralamas se presenta esta noche en Sao Paulo,
mañana en el Nacional de Santiago en Chile y el domingo en Providencia, también en chile. “Agenda copada, como
para creer que esto es un milagro”, remata Barone.
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